Al principio del mundo y de los hombres, sólo había un río de agua dulce
en la Tierra: Kashishiwari. Wanadi, el Creador, lo quiso así.
Las fuentes de Kashishiwari
estaban en la montaña divina del Marawaca. Allí fue donde nació todo: el agua,
las plantas y los animales. Wanadi creó a los hombres, los creó Yekwana en el
Alto Padamo. No había otros hombres en la Tierra...
Pero los Yekwana recién creados
se morían de sed. No existía agua, el Orinoco no existía todavía. No había más
que el Kashishiwari.
Los Yekwanas enviaron a
Kashishi, la Hormiga
Divina del Cielo, a buscar agua en la tierra seca. En el
cielo, Kashishi tenía mucha agua.
Kashishi dijo que había traído
agua a la Tierra; pero estaba muy lejos. Kashishi viajó una luna, dos lunas...
Los Yekwana, esperando, morían. A la tercera luna Kashishi llegó a su agua. Era
un río grande como el mar, sonaba como el mar, había olas como en el mar.
Kashishi indicó a los Yekwana el camino de Kashishiwari. Los Yekwana dejaron de
morir de sed. Pero el agua de la vida estaba lejos.
Mahamona, el gran brujo, oró
a Wanadi. Wanadi, compasivo, trazó con dos dedos de su mano derecha, un gran
surco de este a oeste. Cortando en su cabecera al Kashishiwari que bajaba de
arriba (norte) abajo (sur), formó al hijo Orinoco y sus afluentes. El agua
única del único Kashishiwari comenzó a correr en ese surco divino:
Así nacieron el Orinoco y los
demas ríos.
Todo nació del Kashishiwari.
Desde entonces, los Yekwana no tuvieron sed.
El Orinoco es un surco del
dedo de Wanadi.
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