Cuento
de Antonio Goicochea Cruzado
Imagen:
Educarte
-¿Qué es lo que le pasa a Manuelito?- decía para sí la
profesora Magna, al observar que ahora no se integraba al grupo que preparaba
vituallas para el paseo a Rumichaca, no obstante que él era siempre el más
colaborador de la clase.
-¿Manuelito, por qué no trabajas con el grupo?
-No voy a ir al paseo, mi buena señorita Magna.
-¿Pero por qué? ¿Podrías decirme tus razones?
-No deseo ir, señorita.
-¿Pero por qué?-, insistió la profesora.
Ante esa cortante respuesta, la profesora, permitió su
actitud y le sugirió, como que era amante de la lectura, que se entretuviera en
sus libros favoritos en la Biblioteca del Aula. Ya en la hora de recreo la
profesora aprovechó para conversar con la directora. Le hizo conocer su
extrañeza por la inusual conducta de Manuelito. Enterada la directora, ella,
propuso ir a conversar con la mamá.
En las fichas de matrícula conocieron la dirección
domiciliaria; y, decidieron que el
día sábado irían a la casa de Manuelito.
Llegado el día y en el lugar buscado se dieron con la sorpresa que hacía dos
meses cambiaron de domicilio. Unos buenos vecinos les indicaron que ahora
vivían a las afueras de Wamanmarca, muy cerca de la quebrada de Pachachaca.
Tomaron un motocar y hacía allá enrumbaron. Encontraron un asentamiento urbano
con casitas hechas de esteras, madera y latas. Preguntando por una nueva
familia en el lugar, lograron llegar a la vivienda de Manuelito.
Doña Clodomira Carranza, madre de Manuelito, los recibió
en la puerta y después de saludar amablemente a las visitantes, pidió disculpas
por no hacerlas pasar a la casa, ya que era muy chiquita y estaban apiñados.
-Doña Clodomira, estamos aquí para conversar sobre su
hijito. Él no quiere ir al paseo a las Ruinas de Chugo, en Rumichaca, que han
programado para la próxima semana- dijo la directora.
La mamá, con lágrimas en los ojos, les contó: Señoritas,
la vez pasada, cuando fueron de paseo a Rumitiana, al volver, Manuelito, nos
encontró con todas nuestras cositas en la calle, así también a los vecinos y se
puso a llorar inconsolable, junto con los demás niños del barrio. ¿Qué había
pasado?, la jueza con la policía nos habían desalojado, porque el terreno en
que, que con tanto esfuerzo levantó mi Francisco nuestra casita y que nos
vendiera don Corsino Gutiérrez, en realidad era de don Filiberto Malaspina y
que el tal Corsino era un traficante de terrenos que había estafado a muchos
vecinos.
-Señoritas: Denle permiso a mi Manuelito y permítanle que
no vaya de paseo hasta que olvide los malos momentos pasados.
Las docentes regresaron compungidas, en el camino
acordaron poner en conocimiento de los compañeritos de grado el momento difícil
por el que estaba pasando Manuelito. Es posible que él crea que al retornar de
Rumitiana, también encuentre sus cositas en la calle.
En el aula hicieron conocer a los alumnos la situación de
la familia de Manuelito. Los niños, solidarios, acordaron no realizar el paseo
hasta que, ya más calmo, el mismo pidiera realizar el paseo.
Pasados unos días, en asamblea de aula, Manuelito dijo:
-Querida Profesora Magna, queridos compañeros, mi papá, con un préstamo que le
hicieron mis abuelitos, ha comprado un terrenito para hacer nuestra casita,
esta vez con todos los papeles en regla. Todos en casa nos encontramos
tranquilos, creo que ha llegado el momento de hacer el paseo a Rumichaca, y les
digo que estoy muy reconocido por sus muestras de solidaridad.
-Bravo-, gritaron en coro los alumnos.
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