Cuento de Antonio Goicochea
Imagen: Educarte
Don Fredesvindo Chuquitanta, alcalde de Rumichaca, se quedó boquiabierta al ver por primera vez la plaza mayor de Wamanmarca.
-¡Cómo fuera así la placita de mi pueblo! -dijo.
-¡Los cipreses de aquí tienen forma de animalitos!
¡Qué hermosos! Decía alelado. Llevaré la semilla y los plantaré en la placita de Rumichaca, será un parque tan hermoso como la plaza de Wamanmarca.
El jardinero que tijeras en mano podaba las plantas, le dijo:
Señor, si está interesado yo le consigo plantitas en la cantidad que quiera.
Esos cipreses, los que le haré comprar, forman llamas, vicuñas, ovejas, perritos o caballos.
Depende de lo que usted quiera.
Don Fredesvindo, que era de los alcaldes que disponen al toque, hizo cálculos, el parque tiene ocho triángulos, si en cada uno coloco tres plantas, necesito 24, por si algunas mueran, deben ser cincuenta, por sí alguna no pegue.
-Necesito cincuenta.
-Para dónde los quiere.
-¡Para Rumichaca, soy el alcalde pue!
-Sí, conozco Rumichaca, queda a diez horas de Wamanmarca, su clima es igual al de acá y deben pegar muy bien las plantitas, si lo quiere yo mismo las cultivaré.
-Vámonos a comprarlos.
Fueron al vivero, compraron las plantas y trataron el precio de las labores culturales.
Al alcalde le parecieron muy altos los costos, sin embargo, como bien decía -“el gusto se paga”- y porque el jardinero tendría que ir una vez al mes a cultivarlas y ver el progreso de las plantas, aceptó.
Así fue.
El jardinero, los sembró e iba, con viáticos de la alcaldía, todos los meses y dirigía con amarras y cortes, el desarrollo de las plantitas.
Para admiración de alcalde y pobladores, poco a poco iban apareciendo una vicuña aquí, un caballo allá y dos ovejitas más acá y Pasado el tiempo el parque se pobló de animalitos y hasta la capillita del pueblo en ciprés, como la plaza de Wamanmarca, para mayor asombro. El alcalde fue el primero en darse cuenta que las plantitas no crecían con figuras de animalitos y otras formas, sino que era el jardinero el que las iba formando de acuerdo a su conveniencia y arte.
Pero hoy, los pobladores miran con expectativas el futuro, están orgullosos de tener un alcalde que encontró esas plantitas de cipreses con tan buenas dotes y él, orgulloso, se pavonea de sus logros.
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