Texto de Antonio Goicochea Cruzado
Dibujo de Johnny Becerra Becerra
¿Soñará acaso, Manuelito, con yuntitas de
arcilla y arado hechos por él; con bolitas de arcilla, rojitas después de la
quema, con las que jugará con sus compañeritos en la escuela?
¿Soñará también
que con su trabajo terminarán los apremios económicos de su casa?
A sus seis años, Manuelito, como todos los
días, a las cinco de la mañana, cuando el amanecer está entre claro y oscuro,
deja su camita para mudar[1] a los bueyes. Los llanques[2] protegen a sus pies de la shilla[3] del camino pero no del frío mañanero. Sus pies están rajados por el
frío y el lodo. Desde los tres años ayuda a su padre en la ladrillera; primero
fue alcanzando el baldecito con agua y trapo para empapar la gavera, después,
enfilando los ladrillos ya duros para que se sequen mejor; ahora cortando barro
y moldeando ladrillos.
Hacía dos días que habían dejado los
terrones de tierra arcillosa en el pozo anegado para que humedeciera.
Después del verde[4], su padre preparará el barro. Manuelito cortará[5] ladrillos. Hoy no irá a la escuela.
Manuelito trae los bueyes, alcanza el arado
y la coyunta a su padre. El padre se saca los llanques e incita a los toros a meterse al pozo. Allí les coloca
los aparejos.
La yunta[6], ya uncida, es azuzada para que inicie el sin fin de vueltas que dará
hasta que la arcilla se haya suavizado y convertido en una masa
uniforme.
Es de suerte que en El Cerrillo la tierra
no necesite el agregado de arena para lograr la consistencia necesaria porque
su cantera ya la tiene.
Dejarán el pozo, unos diez días con el barro
cubierto con ramas para que no se seque y madure.
Mientras su padre trabaja con la
yunta, Manuelito va al cobertizo a cortar los ladrillos del
barro preparado días antes.
Con un atado de ramas de eucalipto barre el
suelo; luego humedece la gavera, piensa en la mejor manera de enfilar los
ladrillos, y como empírico topógrafo la coloca según su mejor criterio,
respetando el espacio de trabajo del obrero que le ayuda a su padre.
De la carretillada de barro dejada por su
padre, arranca un poco y lo deposita en la gavera; con sus piececitos descalzos
pisa la arcilla para apretujarla; la perfila con una regla de madera mojada;
iguala la masa con sus manitas humedecidas; y, jala con fuerza la gavera. Dos
ladrillos quedan en el piso.
Sin
embargo, tiene que cuidar sus manos, no vaya a ser que se le infecte la herida
que le quedó en la mano izquierda cuando se le introdujo una astilla al
alcanzar leña para preparar la quema en el horno.
Repite
esta rutina una y otra vez hasta acabar con la carretillada. Al término de ésta
avisa a su padre y éste, comedido, le abastece de más barro.
Para
aplacar la sed que le da el trabajo, su madre le alcanza refresco de limonada.
Su padre recibe chicha de jora.
A
las once y media de la mañana, la mamá les llama a la cocina. Degustan en
armonía los ollucos, que despiden vapores en los mates, el quesillo en una lapa
que además presenta dulces ocas nadando en miel de chancaca.
La
tarde sigue igual. La jornada con el barro termina a las cuatro de la tarde.
Sueltan
a la yunta y Manuelito lleva a los toros a pastar. Hasta poco antes del
anochecer cuidará de ella.
Con
el orgullo del hijo que ayuda al peculio de la casa, da término a su jornada.
Mañana
será otro día, quizá tendrán que alzar ladrillos al camión pues irán a
Cajamarca a venderlos, hace un mes los quemaron y nadie viene a comprárselos.
A
las siete de la noche, ya duerme plácidamente.
¿Soñará
acaso con yuntitas de arcilla y arado hechos por él; con bolitas de arcilla,
rojitas después de la quema, con las que jugará con sus compañeritos en la
escuela?
¿Soñará también que con su trabajo terminarán los apremios económicos
de su casa?
[1] Mudar,
cambiar de lugar en el potrero a los animales para que aprovechen pasto nuevo.
[2] Llanques,
ojotas.
[3] Shilla: Piedrecita menuda,
generalmente de aristas cortantes.
[4] Verde, caldo
de chamca, yerbabuena, paico y/u otra hierba aromática, con papas, huevos y
quesillo.
[5] Cortar barro. Es arrancar trozos
de barro para confeccionar ladrillos o cacharros.
[6] Yunta, unión
de dos bueyes que halan el arado.
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