(La Leyenda del origen de las esmeraldas)
Transcrita por Ruth Vásquez
Tras crear al mundo, Are se extasió con su creación; sin embargo
percibía que no estaba del todo completa aun.
Caminando por un río vió unos juncos y
tomando un par de ellos, inspirado, formó con uno una figura esbelta, graciosa
y bella a la que llamó Fura, mujer; del otro junco elaboró a Tena, hombre. Con
su soplo las figuras cobraron vida convirtiéndose en una bellísima pareja. Are
les animó a reproducirse por tiempos sin fin, manifestándoles que serían
siempre felices, sin conocer el dolor, las enfermedades, las desdichas o la
muerte siempre y cuando respetaran su mandato de ser fieles.
Fura y Tena vivían felices en el precioso valle, poblando la tierra....
Un día apareció en el valle un joven, Zerbi, buscador de una rara gema
verde que segun decía, proporcionaba la eterna juventud, belleza y felicidad.
Pidió a Fura que le ayudara en su; empresa; aunque estaba incrédula accedió a
acompañarlo y por muchos años buscaron sin éxito.
Fura se fue sintiendo atraída hacia Zerbi y llegó el día en
que tal atracción fue mutua, con lo que quedó desobedecida la ley divina.
Entonces Fura comenzó a sufrir remordimientos y le sobrevino una
tristeza que era extraña a su espíritu. De esa forma se dió cuenta del pecado
que había cometido al desobedecer el mandato de Are. Abandonó a Zerbi y regresó
al hogar, donde su esposo pudo ver las consecuencias de su pecado...
Fura mostraba las arrugas y señales de la avanzada edad.
Envejecía más y más, llena de pena y de vergüenza. Ante tal situación, Tena
tomó un cuchillo de madera y lo hundió en su vientre. Fura lo tomó en sus
brazos y siguiendo la costumbre, se mantuvo junto al cuerpo de su esposo sin
ingerir alimento durante tres días. Antes de expirar, Tena recibió un favor del
dios Are: obtuvo la venganza convirtiendo a Zerbi en una gran roca.
Fura mantenía sobre sus rodillas el cuerpo de su esposo y le observaba
constantemente mientras lloraba inconsolable. Con el sol, cada lágrima se
convertía en una esmeralda.
Zerbi, convertido en pétrea montaña sintió un gran pesar al
ver la amargura de su amada Fóra. Zerbi pidió perdón a Are y le solicitó la
gracia de auxiliar a Fura.
Todo le fue concedido; de sus rocosas entrañas brotó una
hermosa cascada que al represarse separó a Fura y a Tena convirtiéndolos a
ambos en inmensas moles de piedra, que se conocerían como Fura-Tena:
"testigos mudos y eternos del trágico destino del humano linaje".
La triste suerte de Fura y Tena conmovió sin embargo el
corazón de Are que desde su trono del sol los perdonó, poniendo para vigilar
los sagrados peñones, una guardia permanente de tempestades, de rayos y
serpientes y permitiendo que sean siempre las aguas del Río Minero, sangre de
Zarbi, las que descubran, clarifiquen, laven y abrillanten las esmeraldas de
Muzo, lágrimas de la infiel y arrepentida Fura.
Por eso y desde entonces, los Muzos tienen además de su gran
templo en el bífido peñón de Furatena, las más ricas minas de esmeraldas, las
más venenosas serpientes y las más bellas mariposas”.
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