Cuento de Antonio Goicochea Cruzado
Imagen: EDUCARTE
Alguna vez Giordano le dijo, a Engracia, sus
ardores y fervientes deseos de que Cupido flechara sus corazones y con vientos
a favor fueran al tálamo, sin embargo, ella, desdeñosa, los rechazaba, no
obstante sus labores profesionales los mantenía juntos. Esta vez luego de
consumir un opíparo almuerzo que concluyeron con unas copas de un Cabernet Savignon, tinto,
de cosecha de diez años, fueron, como amantes del buen cine y críticos del
mismo, del diario Veritas Veritatum, a la proyección de “Carne Trémula” de Almodóvar.

párpados se rindieron a Morfeo y solo despertaron por el traqueteo de las butacas y el barullo de descontento de los pocos espectadores que habían resistido el bodrio hasta el final.
Por no aunarse al descontento general, su orgullo de profesionales les impedía, no decían nada, hasta que Giordano susurró, zalamero, al oído de la dama:
-¡Ahora, mi estimada Engracia, no podrá negar que hemos dormido juntos!
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