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lunes, 3 de marzo de 2014

AL TÍO ABELARDO LE GUSTAN LAS CABEZAS DE CUY

Escribe Antonio Goicochea Cruzado[1]
-Queridísimos familiares que hoy adornan y dan prestancia a mi casa, que es también vuestra, saben que la cabeza del cuy es mi presa favorita. Mi adorada Pochita ha reservado las cinco mejores y que hoy vamos a degustar. Para dar inicio formal a éste ágape acompáñenme en este brindis por tenerlos engalanando mi mesa.
-¡Salud! -Dijo convincente don Abelardo.
Los asistentes, puestos de pie, levantaron con unción sendas copas de cabernet sauvignon que don Abelardo había reservado para la celebración de sus cincuenta años.
–¡Salud! -dijeron en un coro no concertado y de un tirón tomaron el vino ofrecido.
El cuy frito envuelto en shacta[2] de maíz penipampino, antes de ir a la sartén de
hirviente aceite, preparado por doña Flor estaba delicioso. El cuy coronaba los platos pletóricos de papas huagalinas guisadas y trigo partido sancochado que gritaban las delicias de Penipampa. Todos engullían las presas con deleite, sólo don Abelardo, ayudándose con un cascanueces destrozaba los cráneos cuyinos para desarmarlos y obtener la poca carne que contienen.
-¡Qué ricas son las cabezas y sus cachunas! ¡Es que me gustan tanto…! –Repetía a cada rato.
Cuando se hizo un silencio en el que sólo se escuchaban el ruido de la vajilla y el masticar de los comensales, don Abelardo dijo, como solía decir, entre col y col, lechuga, entonces la anfitriona sirvió, a cada uno, un vaso de chicha. Cual si fueran viajeros del desierto que llegaban a un oasis, dieron cuenta inmediata del refrescante líquido ámbar. Luego saborearon un apetitoso caldo de gallina.
Las mesas cubiertas de níveos manteles pallaquinos, obsequiados por la esposa de un sobrino, sanmiguelina ella, presentaban las delicias culinarias de doña Pochita, que todos comieron con deleite. Se contaron chistes y chascarros de todos los calibres, siendo los rojos los más aplaudidos. Al dar por terminado el ágape, con elocuentes palabras agradeció a todos y ofreció como bajativo un anís especial preparado por las “monjitas del asilo”.
Carlitos, el sobrino más “leído”, contestó:
-Tío, a nombre de toda la familia, agradezco estas muestras de cariño que nos brinda junto con tía Pochita. Por todo ello muchas gracias. ¡No sabíamos que le gustaran tanto las cabezas de cuy! Cuando lo tengamos en nuestras casas, que también son suyas, disfrutará de
platos llenos de cabezas con cachunas[3]. Todos asintieron con carcajadas.
El tío Abelardo era el más querido de los tíos en Penipampa. Asistía a todas las celebraciones familiares. Si por alguna circunstancia, ajena a su voluntad, no se contaba con su presencia, ostensiblemente la reunión no alcanzaba el nivel que la estampa del tío le imprimía.
Después de aquel cumpleaños, cuando se celebraba otro en familia, tío Abelardo era halagado con un plato lleno de cabezas de cuy, que lo consumía con apetito canino. Hasta que a la tercera invitación, posterior a la de los cincuenta años, volvió a tomar la palabra.
-Queridos familiares, dijo al ver el plato lleno de cabezas, para mi cumpleaños, en casa, habíamos preparado comida para veinticinco personas, pero como de improviso llegaron Gregorio y su familia, cinco personas más de lo previsto, tuvimos que alargar la mesa y hacer malabares en la cocina. Con el caldo no tuvimos inconveniente porque de las presas grandes hicimos unas más pequeñas y como decimos en Penipampa, le echamos más agua al caldo, pero lo del cuy si fue un gran problema y, tanto para Pochita, las ayudantes de la cocina y para mí, sólo quedaban cabezas. Entonces no es que las cabezas me gusten tanto. Por eso les pido, que en el futuro, vuelvan a servirme MI PRESA DE CUY, como a todos.
La sorpresa fue mayúscula. Entonces, el anfitrión ordenó que de inmediato a su tío querido le sirvieran dos cuyes enteros para compensar la desazón de las dos invitaciones anteriores.


[1] Basado en un hecho real. He cambiado los nombres por no haber tenido la posibilidad de pedir a los familiares me permitieran hacerlo con los suyos propios.
[2] Shacta, harina gruesa de maíz.
[3] Cachunas, quijadas de cuy


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