Con afecto de Ruth Vásquez
Imágenes Educarte
Cuentan que un alpinista desesperado por
conquistar el Aconcagua, inició su travesía después de años de preparación.
Pero quería la gloria para él solo, por
lo tanto subió sin compañeros.
Empezó a subir y se le fue haciendo
tarde, y más tarde. No se preparó para acampar, sino que siguió subiendo
decidido a llegar a la cima, hasta que se hizo la oscuridad.
La noche cayó con gran pesadez en la
altura de la montaña; ya no podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero
visibilidad, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.
Subiendo por un acantilado, a solo 100
metros de la cima, resbaló y se desplomó por los aires.
Caía a una velocidad vertiginosa, sólo
podía ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la
terrible sensación de ser succionado por la gravedad.
Seguía cayendo y en esos angustiantes
momentos, le pasaron por su mente todos los gratos y no tan gratos momentos de
su vida. Pensaba que iba a morir; sin embargo, de repente sintió un tirón muy
fuerte que casi lo partió en dos.
Sí, como todo alpinista experimentado,
había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo
amarraba de la cintura.
Después de un momento de quietud, suspendido por los
aires, gritó con todas sus fuerzas:
-"¡¡¡Ayúdame Dios mío!!!..."
De repente una voz grave y profunda de
los cielos le contestó:
-"¿ Qué quieres que haga, hijo
mío?"
-"Sálvame, Dios mío "
-"¿Realmente crees que te pueda
salvar?"
-"Por supuesto, Señor”
-"Entonces corta la cuerda que te
sostiene."
Hubo un momento de silencio y quietud. El
hombre se aferró más a la cuerda y reflexionó.
Conclusión
Cuenta el equipo de rescate que al día
siguiente encontraron colgado a un alpinista muerto, congelado, agarrado
fuertemente con las manos a una cuerda...
A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO...
¿Y tú? ¿Qué tan confiado estás de tu
cuerda?
¿Por qué no la sueltas?
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