Texto de Antonio Goicochea Cruzado
Imagen
Educarte
Cuando
apenas el sol había extendido sus primeros rayos sobre la pampa, salió de la
casa. Ahora retornaba trayendo las alforjas llenas de muchas cosas para
compartirlas con sus hijos en el seno de su hogar y de su Ayllu. Volvía
Koniwaska, alegre como todos los días
A veces iba con Uchu, su fiel allco,
a los cerros, y entre los bosques, con ayuda de arco, flecha, waraka y con
trampas hechas de soga de cabuya cazaba llyuychus, de los que aprovechaban la
carne, fresca y seca; el cuero para mullida alfombra o cabecera, y los cuernos
y patas, para warkus; otras cazaba patos y pavas del monte, y, otras pescaba en
el río.
Los niños del ayllu, se
arremolinaban a su alrededor y celebraban su llegada. Luego jugaban a la caza
como sus mayores.
En una de esas salidas, Koniwaska se
guareció de la lluvia en una cueva que era frecuentada por un oso. Cuando el
animal se acercó a la cueva, con su waraka y los ladridos de Uchu logró
ahuyentarlos. Al recoger piedras para lanzarlas como proyectiles se halló con
una piedrecita de color del sol. Era una pepita de oro. De retorno a la casa
llevaba dos piedrecitas doradas. Varias veces volvió y con