Con afecto de Ruth Vásquez
Imágenes Educarte
Juan se sentía solo, volvía a su
departamento, y el silencio era el único que lo esperaba. Estaba triste y tuvo
una brillante idea: "Compañía, eso lo que necesito... compañía". Y se puso a pensar que tipo de compañía.
De chico le habían dicho que lo ideal
para compañía era una rosa.
También le había advertido que las rosas
tenían espinas y que si uno no era cuidadoso, en vez de disfrutar el placer de
mirarlas, tocarlas y oler el perfume que emitían, podían terminar lamentándose
todo el día de que la rosa era mala, que cada vez que uno se acercaba lo
pinchaba a propósito con sus espinas, y otras tantas advertencias del mismo género.
Pero para Juan el riesgo valía la
pena. Así Juan salió decidido a la calle
y a la vuelta de la oficina donde
trabajaba la vio, estaba ahí delante de sus ojos, como había estado ella
durante meses esperándolo y mirándolo cada vez que él pasaba, pero nunca se
habían cruzado miradas. Pero esta vez
Juan estaba decidido a ser feliz y se acerco directamente a ella, tan
directamente que la hizo temblar.
La miró, y quedó totalmente embriagado y
envuelto por su perfume.
Estaba enamorado. Luego de un rato de
pleno éxtasis Juan se decidió.
Dio media vuelta y encaró al padre de la
dama.
- ¿Cuánto cuesta? - preguntó con voz
firme.
- Veinte pesos - contestó el Vendedor de
Flores, sorprendido por la pregunta tan imprevista,