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lunes, 28 de octubre de 2013

Espantos de agosto, cuento de Gabriel García Márquez

Imagen Educarte
Transcrito por Ruth Vásquez

Llegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas inútiles volvimos al automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto, que sólo íbamos a almorzar.

– Menos mal – dijo ella – porque en esa casa espantan.

lunes, 21 de octubre de 2013

Espero curarme de ti, cuento de Jaime Sabines

Tomado de Cuentos no clasificados de la Página de Cuentos
Imagen Educarte
Transcrito por Ruth Vásquez

Espero curarme de ti en unos días. 
Debo dejar de  fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible.
Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me  receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
No es mucho, mi es poco, es bastante. En una  semana se pueden reunir todas las palabras de amor  que se han pronunciado sobre la tierra y se les  puede prender fuego. 
Te voy a calentar con esa  hoguera del amor quemado. 
Y también el silencio.

miércoles, 16 de octubre de 2013

El Hombre perfecto, cuento de Sergio Cossa

Tomado de Falsaria
Transcrito por Ruth Vásquez

Pasó su vida en busca de la perfección, desde los primeros dibujos escolares, los cuales debían armonizar entre líneas y colores.

Durante sus estudios jamás aceptó como válida una nota que no fuera excelente y, gracias a esa capacidad consumada, se convirtió en un profesional intachable.

Sus empleados padecieron su furor por la excelsitud y terminaron en la calle ante el mínimo desliz. Éxito y fama llegaron como lógico resultado, como así también la

miércoles, 9 de octubre de 2013

La foto salió movida, cuento de Julio Cortázar

Del Libro Historias de Cronopios y de Famas
Imagen Educarte
Transcrito por Ruth Vásquez

Un cronopio va a abrir la puerta de calle, y al meter la mano en el bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos, entonces este cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que si en vez de la llave encuentra los fósforos, sería horrible que el mundo se hubiera desplazado de golpe, y a lo mejor si los fósforos están donde la llave, puede suceder que encuentre la billetera llena de fósforos, y la azucarera llena de dinero, y el piano lleno de azúcar, y la guía del teléfono llena de música, y el ropero lleno de abonados, y la cama llena de trajes, y los floreros llenos de sábanas, y los tranvías llenos de rosas, y los campos llenos de tranvías.

Así es que este cronopio se aflige horriblemente y corre a mirarse al espejo, pero como el espejo esta algo ladeado lo que ve es el paraguero del zaguán, y sus presunciones se confirman y estalla en sollozos, cae de rodillas y junta sus manecitas no sabe para que.

Los famas vecinos acuden a consolarlo, y también las esperanzas, pero pasan horas antes de que el cronopio salga de su desesperación y acepte una taza de té, que mira y examina mucho antes de beber, no vaya a pasar que en vez de una taza de té sea un hormiguero o un libro de Samuel Smiles.


miércoles, 2 de octubre de 2013

Un día de éstos, cuento de Gabriel García Márquez

Del Libro Los funerales de Mamá Grande
Imagen Educarte
Transcrito por Ruth Vásquez

El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos. 



Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella. 



Después de la ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina. Siguió trabajando con la idea de que antes del