Todo está n la mente...
Por Ruth Vásquez
Seis mineros trabajaban en un túnel muy profundo extrayendo minerales desde las entrañas de la tierra. De repente un derrumbe los dejó aislados del afuera sellando la salida del túnel. En silencio cada uno miró a los demás. De un vistazo calcularon su situación.
Por Ruth Vásquez
Seis mineros trabajaban en un túnel muy profundo extrayendo minerales desde las entrañas de la tierra. De repente un derrumbe los dejó aislados del afuera sellando la salida del túnel. En silencio cada uno miró a los demás. De un vistazo calcularon su situación.
Con su experiencia, se dieron cuenta
rápidamente de que el gran problema sería el oxígeno. Si hacían todo
bien les quedaban unas tres horas de aire, cuando mucho tres horas y
media.
Mucha gente de afuera sabría que ellos
estaban allí atrapados, pero un derrumbe como este significaría horadar
otra vez la mina para llegar a buscarlos, ¿podrían hacerlo antes de que
se terminara el aire?
Los expertos mineros decidieron que
debían ahorrar todo el oxígeno que pudieran. Acordaron
hacer el menor
desgaste físico posible, apagaron las lámparas que llevaban y se
tendieron en silencio en el piso.
Enmudecidos por la situación e inmóviles
en la oscuridad era difícil calcular el paso del tiempo.
Incidentalmente sólo uno de ellos tenía reloj. Hacia él iban todas las preguntas:
¿Cuánto tiempo pasó? ¿Cuánto falta? ¿Y ahora?
El tiempo se estiraba, cada par de
minutos parecía una hora, y la desesperación ante cada respuesta
agravaba aun más la tensión. El jefe de mineros se dio cuenta de
que si seguían así la ansiedad los
haría respirar más rápidamente y, esto
los podía matar. Así que ordenó al que tenía el reloj, que solamente el
controlara el paso del tiempo.
Nadie haría más preguntas, él avisaría a
todos cada media hora.
Cumpliendo la orden, el del reloj
controlaba su máquina. Y cuando la primera media hora pasó,
él dijo "ha pasado media hora". Hubo un murmullo entre ellos y una angustia que se sentía en el aire. El hombre del reloj se dio cuenta de que a medida que pasaba el tiempo, iba a ser cada vez más terrible comunicar- les que el minuto final se acercaba.
él dijo "ha pasado media hora". Hubo un murmullo entre ellos y una angustia que se sentía en el aire. El hombre del reloj se dio cuenta de que a medida que pasaba el tiempo, iba a ser cada vez más terrible comunicar- les que el minuto final se acercaba.
Sin consultar a nadie decidió que ellos
no merecían morirse sufriendo.
Así que la próxima vez que les informó la
media hora, habían pasado en realidad 45 minutos.
No había manera de notar la diferencia
así que nadie siquiera desconfió. Apoyado en el éxito del engaño
la tercera información la dio casi una hora después. Dijo "pasó otra media hora"... y
los cinco creyeron que habían pasado encerrados, en total, una hora y media y
todos pensaron en cuán largo se les hacía el tiempo.
Así siguió el del reloj, a cada hora
completa les informaba que había pasado media hora.
...La cuadrilla apuraba la tarea de
rescate, sabían en qué cámara estaban atrapados, y que sería difícil
poder llegar antes de cuatro horas.
Llegaron a las cuatro horas y media. Lo
más probable era encontrar a los seis mineros muertos.
Encontraron vivos a cinco de ellos.
Solamente uno había muerto de asfixia...
el que tenía el reloj.
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