Por Ruth Vásquez
Un día me subí a un taxi, me iba para el aeropuerto.
El chofer que me llevaba guiaba el carro por el carril derecho de la pista, cuando de
repente un coche negro apareció de improviso desde su parqueo delante de
nosotros.
Mi taxista pisó los frenos, y las llantas derraparon en la
pista. Se podía oler el olor a quemado de las llantas, pero con la frenada evitó que
chocáramos con el otro auto por centímetros!
El conductor del otro coche, giró su cabeza y empezó a
gritarnos.
Mi taxista sólo sonrió y saludó con la mano al tipo.
Y
cuando digo que lo saludo con la mano, quiero explicarles que lo hizo de manera
muy amable.
Así que le pregunte ¿Por que saludas si ese conductor nos
gritó de manera ofensiva?
Ese tipo casi choco el carro donde íbamos y nos podía haber
mandado directo al hospital!
Fue entonces cuando mi taxista me enseñó lo que ahora llamo:
"La Ley del carro de la basura.”
Mi taxista me explicó que muchas personas son como los
carros de la basura. Corren por aquí y por allá llenos de basura, llenos de
frustración, llenos de ira y de decepción.
A medida que van cargándose más y más de basura, llegan a
estar hasta el tope, y comienzan a necesitar un lugar para botarla, y a veces la quieren botar encima de uno.
Despues de escucharlo, lo tome como una experiencia, no algo personal, y sonreí, había que
entender el mensaje, sentirse bien, y no dejarse contagiar para seguir con
nuestras vidas.
El consejo
No tomemos nuestra basura con nosotros y no contagiemos a otras
personas en el trabajo, en casa o en la calle.
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